Om Los hermanos Zemganno
Los éxitos de libros como L'Assommoir y Germinie Lacerteux, que agitan, mueven y acaloran a parte del público, no son, en mi entender, sino lúcidos encuentros de vanguardia; y la gran batalla que decidirá la victoria del realismo, del naturalismo, del estudio tomado del natural en letras, no ha de darse en el terreno elegido por los autores de las novelas susodichas. El día que un escritor de talento renueve la análisis cruel realizada por mi amigo Zola -quizás también por mí-, al pintar las clases ínfimas de la sociedad, y la aplique a la reproducción de hombres y mujeres de elevado rango que respiren ambientes de buena educación y distinción, ese día tan sólo podremos contar entre los difuntos al clasicismo y sus rezagos.
Era ambición de mi hermano y mía escribir la novela realista de la elegancia. El Realismo (sirvámonos de la palabra trivial, la palabra- bandera) no tiene por exclusivo encargo describir lo bajo, repulsivo y mal oliente, no; que también ha venido al mundo para grabar en artísticos caracteres lo lindo y fragante, para fijar aspectos y rasgos de seres refinados y objetos ricos, pero mediante un estudio exacto y riguroso, no convencional y fantaseador de la belleza; estudio análogo al que de la fealdad realizó la nueva escuela durante estos años últimos.
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