Om Esos muchachos
La obra de Sindo Pacheco es grandiosa porque la escribe como jugando. En algún recodo de su infancia descubrió que el juego es la treta con que la existencia retoza con nosotros, y decidió seguirles el juego a esos azares lúdicos conque la vida nos arrea. De ahà que leerlo sea como averiguarle los trillos a la vida misma.
Nunca va más allá de lo posible, lo verosÃmil. Sus personajes son sencillos seres humanos y sus aventuras son lo ordinario que a todos nos ocurre. Las villanÃas y las hazañas son esos sucesos elementales con que nos circunda la cotidianidad. No anda detrás de grandes epopeyas y, mucho menos, de superhéroes. El Tony de Las raÃces del tamarindo, el Jesusón de MarÃa Virginia esta de vacaciones, el Pancholo de Esos muchachos, es cualquiera de nosotros en circunstancias que nos son entrañables por más comunes que sean.
Luego de casi cuarenta años, Sindo ha decido reeditar la novela Esos muchachos. Una fiesta para mÃ, a quien le faltaba leer ese libro. Ahora les explico por qué.
Esos muchachos, que, realmente somos todos los muchachos, está escrita con la fogosidad de la adolescencia misma. Lleva un ritmo narrativo trepidante. Su estructura de cortes cinematográficos hace de la lÃnea argumental todo un tropel de emociones. El lenguaje, sin tontos rebuscamientos, proporcionan un equilibrio lexical estrictamente consecuente con la psicologÃa de cada personaje. Pero, sobre todo, desde el punto de vista temático, Esos muchachos aborda una infinidad de asuntos que van desde el primer amor, el descubrimiento del sexo, la lealtad de los amigos, lo irremediable de las despedidas, hasta la concepción de una ética que va más allá de lo circunstancial, y todo ello sin que falte la alegrÃa y el buen humor.
Leer a Sindo Pacheco, es como volver a ver La quimera del oro, y reÃrse de la tragedia con carcajadas irreprimibles, aunque luego lloremos. Asà de Chaplinesco es.
Manuel Vázquez Portal
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