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  • av Rubén Darío
    384,-

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    av Rubén Darío
    356,-

  • av Ruben Dario
    208,-

  • av Rubén Darío
    161,-

    "Azul", publicado por primera vez en 1888, es una obra crucial en la historia de la literatura hispanoamericana, pues marca el inicio del Modernismo y establece a Rubén Darío, su autor nicaragüense de tan solo veintiún años, como una figura fundacional en este movimiento literario. Esta obra es una colección que combina tanto cuentos como poemas, una estructura que refleja la versatilidad y la innovación de Darío.El título "Azul" en sí mismo es enigmático y simbólico, evocando imágenes de sueños, idealismo y una ruptura con la tradición. Esta elección refleja la esencia del Modernismo, un movimiento que buscaba explorar nuevas formas de expresión y romper con las convenciones del realismo decimonónico.En "Azul", Darío introduce un nuevo sentido del ritmo y la sonoridad en la lengua española. Su estilo se caracteriza por una rica musicalidad, un uso exquisito de la métrica y un lenguaje que combina elementos clásicos con innovaciones audaces. Los poemas y cuentos de la colección están impregnados de una sensibilidad refinada y una búsqueda constante de la belleza, elementos que se convertirían en distintivos del Modernismo.La obra es una colección de escritos literarios y una declaración de principios. En "Azul", Darío expresa un estado de ánimo y una sensibilidad nuevos, que reflejan una visión del mundo más subjetiva, estética y simbólica. El libro se convirtió en una influencia fundamental para otros escritores de la época y ayudó a definir el camino del Modernismo en la literatura en lengua española."Azul" es más que un libro: es un manifiesto del Modernismo, un movimiento que buscaba renovar la literatura a través de la exploración de nuevas formas expresivas.

  • av Rubén Darío
    133,-

    El 20 de mayo de 1898, en El tiempo de Buenos Aires, se publicó El triunfo de Calibán, de Rubén Darío. También apareció en El Cojo Ilustrado, de Caracas, el 1 de octubre del mismo año, bajo el encabezado Rubén Darío Combatiente. Por entonces, España estaba en plena crisis debido a la guerra con Estados Unidos, donde perdió la hegemonía de Cuba y Puerto Rico.En esta obra el personaje de Calibán se convierte en una metáfora, política y cultural de la realidad y el malestar finisecular hispanoamericano.Para Darío, los personajes antagónicos shakesperianos, Calibán-Ariel representan al colonizador y al colonizado. Rubén Darío toma partido a favor del indígena esclavizado (Ariel) y reconoce en Calibán a la barbarie expansionista estadounidense.Así asocia a los Estados Unidos con el monstruo Calibán, moralmente inferior. Un ser que reemplaza la razón con la fuerza, en cambio a Ariel lo representa como un espíritu noble.Inspirados en El triunfo de Calibán, hemos confeccionado esta antología. En ella recogemos algunas de las contradictorias visiones de los Estados Unidos de América que tuvo Rubén Darío durante su vida. A continuación enumeramos los ensayos, poemas y relatos que componen este libro:El triunfo de CalibánA RooseveltLos cisnesSalutación al águilaA ColónHuitzilopoxtli. Leyenda mexicanay un fragmento de la Autobiografía de Rubén Darío

  • av Rubén Darío
    345,-

  • av Rubén Darío
    229,-

    En Cantos de vida y esperanza el ritmo desbordante, las metáforas poderosas y el empleo sugestivo, seductor y colorista del lenguaje, se unen en su forma más madura a los descubrimientos métricos y rítmicos de extrema musicalidad. El resultado son poemas sinfónicos.El esteticismo y los temas habituales en Rubén Darío vuelven a aparecer en Cantos de vida y esperanza. Este libro tiene una estructura más madura. Tiene, también, la novedad de presentar algún velado reproche político a las ambiciones estadounidenses en Latinoamérica.Se refiere a la invasión de Panamá en tiempos de Theodore Roosevelt. Su reflexión compara la espiritualidad de España con la depredación materialista de Estados Unidos. Aunque el mismo poeta puntualiza que su interés en estas cuestiones reside en que son muestras de algo universal.Destacan de este libro, entre otros, los poemasCanción de otoño en primavera,No obstante...,A Phocás el campesino,Nocturno (dos poemas),Soneto autumnal al marqués de Bradomín,Allá lejosy Lo fatal.En ellos la musicalidad se reduce con un tratamiento impresionista y colorista, con mayor transmisión de emociones más hondamente humanas.

  • av Rubén Darío
    398,-

  • av Rubén Darío
    277,-

  • av Rubén Darío
    229,-

  • av Rubén Darío
    291,-

    París, 20 de Abril de 1900.En el momento en que escribo la vasta feria está ya abierta. Aun falta la conclusión de ciertas instalaciones: aun dar una vuelta por el enorme conjunto de palacios y pabellones es exponerse a salir lleno de polvo. Pero ya la ola repetida de este mar humano ha invadido las calles de esa ciudad fantástica que, florecida de torres, de cúpulas de oro, de flechas, erige su hermosura dentro de la gran ciudad. Hay parisienses de París que dicen que los parisienses se van lejos al llegar esta invasión del mundo; yo sólo diré que las parisienses permanecen, y entre los grupos de english, entre los blancos albornoces árabes, entre los rostros amarillos del Extremo Oriente, entre las faces bronceadas de las Américas latinas, entre la confusión de razas que hoy se agitan en París, la fina y bella y fugaz silueta de las mujeres más encantadoras de la tierra, pasa. Es el instante en que empieza el inmenso movimiento. La obra está realizada y París ve que es buena. Quedará, por la vida, en la memoria de los innumerables visitantes que afluyen de todos los lugares del globo, este conjunto de cosas grandiosas y bellas en que cristaliza su potencia y su avance la actual civilización humana.

  • av Rubén Darío
    230,-

    Después de algunos años vuelvo a Barcelona, tierra buena. En otra ocasión os he dicho mis impresiones de este país grato y amable, en donde la laboriosidad es virtud común y el orgullo innato y el sustento de las tradiciones defensa contra debilitamientos y decadencias. Salí de París el día de la primera nevada, que anunciaba la crudez del próximo invierno. Salí en busca de sol y salud, y aquí, desde que he llegado, he visto la luz alegre y sana del sol español, un cielo sin las tristezas parisienses; y una vez más me he asombrado de cómo Jean Moreas encuentra en París el mismo cielo de Grecia, el cual tan solamente da todo su gozo en las tierras solares. Bien es cierto que el poeta se refiere más al ambiente que a la luz, más al respirar que al mirar. Pero la bondad de este cielo entra principalmente por los ojos y los poros, abiertos al cálido cariño del inmenso y maravilloso diamante de vida que nos hace la merced de existir.

  • av Rubén Darío
    291,-

    En la terraza del Valchette, o desde algún banco del Luxemburgo, me fijo singularmente en los exóticos que desfilan. Y me llama sobre todo la atención el negrito del panamá, un negrito negro, negro, con un panamá blanco, blanco. Es un negrito delgado, ágil, simiesco, orgulloso, pretencioso, pintiparado, petimetre, suficiente, contento y como danzante. París contiene varias clases de hijos de Cham, pero este negrito a ninguna de ellas pertenece. No es, seguramente, el célebre payaso Chocolat, que ha recibido recientemente una medalla por haber ido muchos años a divertir con saltos y muecas a los niños pobres de los hospitales y asilos; no será, por cierto, Koulery Ouníbalo, príncipe Gleglé, hijo del rey Behanzin Cortacabezas, que puede verse reproducido en cera en el Museo Grevin, y del cual príncipe, que ha servido como buen soldado a Francia, no ha vuelto a acordarse el Estado que depusiera a su padre; no será, de ninguna manera, el diputado por la Guadalupe, Legitimus, que ha pasado ya los años de la alegre juventud; no será, sobre todo, el estupendo Johnson, que desquijarró a Jeffries en Yanquilandia y cuyo retrato y «sonrisa de oro» han popularizado las gacetas. ¿Quién será, entonces, este negrito pintiparado que camina en se dandinant; y dodelinant de la tête? A veces va solo; a veces con otros compañeros de color, pero que no tienen sus manifestaciones de holgura ni su cándido jipijapa; a veces, en compañía de una moza pizpireta del quartier, una de esas trabadas calipigias que andan hoy por la moda en perpetua gymkana.

  • av Rubén Darío
    291,-

    No se ha hecho mucho comentario sobre L¿Art en silence, de Camilo Mauclair, como era natural. ¡El «Arte en silencio», en el país del ruido! así debía ser. Y pocos libros más llenos de bien, más hermosos y más nobles que éste, fruto de joven, impregnado de un perfume de cordura y de un sabor de siglos. Al leerle, he aquí el espectáculo que se ha presentado a mi imaginación: un campo inmenso y preparado para la labor; un día en su más bello instante, y un labrador matinal que empuja fuertemente su arado, orgulloso de que su virtud triptolémica trae consigo la seguridad de la hora de paz y de fecundidad de mañana. En la confusión de tentativas, en la lucha de tendencias, entre los juglarismos de mal convencidos apóstoles y la imitación de titubeantes sectarios, la voz de este digno trabajador, de este sincero intelectual, en el absoluto sentido del vocablo, es de una transcendental vibración. No puede haber profesión de fe más transparente, más noble y más generosa.

  • av Rubén Darío
    291,-

    Tengo más años, desde hace cuatro, que los que exige Benvenuto para la empresa. Así doy comienzo a estos apuntamientos que más tarde han de desenvolverse mayor y más detalladamente.En la catedral de León, de Nicaragua, en la América Central, se encuentra la fe de bautismo de Félix Rubén, hijo legítimo de Manuel García y Rosa Sarmiento. En realidad, mi nombre debía ser Félix Rubén García Sarmiento. ¿Cómo llegó a usarse en mi familia el apellido Darío? Según lo que algunos ancianos de aquella ciudad de mi infancia me han referido, un mi tatarabuelo tenía por nombre Darío. En la pequeña población conocíale todo el mundo por Don Darío; a sus hijos e hijas por los Daríos, las Daríos. Fue así desapareciendo el primer apellido, a punto de que mi bisabuela paterna firmaba ya Rita Darío; y ello convertido en patronímico llegó a adquirir valor legal, pues mi padre, que era comerciante, realizó todos sus negocios ya con el nombre de Manuel Darío; y en la catedral a que me he referido, en los cuadros donados por mi tía Doña Rita Darío de Alvarado, se ve escrito su nombre de tal manera.El matrimonio de Manuel García -diré mejor de Manuel Darío- y Rosa Sarmiento, fue un matrimonio de conveniencia, hecho por la familia. Así no es de extrañar que a los ocho meses más o menos de esa unión forzada y sin efecto, viniese la separación. Un mes después nacía yo en un pueblecito, o más bien aldea, de la provincia, o como allá se dice, departamento, de la Nueva Segovia, llamado antaño Chocoyos y hoy Metapa.

  • av Rubén Darío
    230,-

    Había sonado la una de la mañana en el reloj de la Intendencia, y parecía ya, por lo tranquilo de aquella noche, que nada ven tiria a perturbar el reposado sueño en que los laboriosos habitantes de la metrópoli comercial del Pacífico descansaban de las rudas tareas del díaOyóse de pronto el tradicional pitio de un policial al que sucede el tañido de la campanas que en todos los cuarteles de la ciudad llaman al abnegado bombero al cumplimiento de su deber.Cual si hubiera sitio esta una señal mágica, al tranquilo silencio río aquella noche de invierno, sucédese un extraordinario movimiento. Voluntarios que a toda prisa pasan abandonan, unos el abrigado lecho, otros el aristocrático salón de animada tertulia, y vuelan a sus casas en busca de alguna insignia de su misión para correr en seguida a sus cuarteles; bombas que han partido ya con presura al lugar amargado auxiliares que olvidando e] cansancio producido por la fatigosa labor del día, acuden ágiles a secundar a sus oficiales; muchachos y hombres del pueblo que ocurren a prestar el contingente de sus brazos para arrastrar las pesadas máquinas que evitan la destrucción, a diferencia de otras que la realizan; aquí un carruaje que es uncido a la palanca de la bomba y ayudan a arrastrarla; mas allá un grupo de alegre jóvenes pie al salir de su club se unen al número de los entusiastas salvadores de la propiedad y también les prestan el concurso de sus brazos; por todas partes la agitación, el ruido, el movimiento, cual si la ciudad hubiera despertado sobresaltada a influjo de algún golpe eléctrico. Luego, a medida que va aproximándose al lugar amenazado, vánse también distinguiendo allí bomberos de todas las nacionalidades, uniformes de diversos colores y variedades; y pasan en rápido desfile, se confunden y se agrupan, y se estrechan, las ensacas rojas con las azules, los cascos de bronce con los de reluciente cuero; y se codean, y se empujan, y so mezclan con la admirable confraternidad del deber, ingleses y chilenos, italianos, alemanes y franceses.

  • av Rubén Darío
    230,-

    Sin pinceles, sin paleta, sin papel, sin lápiz, Ricardo, poeta lírico incorregible, huyendo de las agitaciones y turbulencias, de las máquinas y de los fardos, del ruido monótono de los tranvías y el chocar de las herraduras de los caballos con su repiqueteo de caracoles sobre las piedras; de las carreras de los corredores frente a la Bolsa, del tropel de los comerciantes; del grito de los vendedores de diarios; del incesante bullicio e inacabable hervor de este puerto; en busca de impresiones y de cuadros, subió al cerro Alegre que, gallardo como una gran roca florecida, luce sus flancos verdes, sus montículos coronados de casas risueñas escalonadas en la altura, rodeadas de jardines, con ondeantes cortinas de enredaderas, jaulas de pájaros, jarras de flores, rejas vistosas y niños rubios de caras angélicas.Abajo estaban las techumbres de Valparaíso que hace transacciones, que anda a pie como una ráfaga, que puebla los almacenes e invade los bancos, que viste por la mañana torno crema o plomizo, a cuadros, con sombrero de paño, y por la noche bulle en la calle del Cabo con lustroso sombrero de copa, abrigo al brazo y guantes amarillos, viendo a la luz que brota de las vidrieras, los lindos rostros de las mujeres que pasan.Más allá, el mar acerado, brumoso, los barcos en grupo, el horizonte azul y lejano. Arriba, entre opacidades, el sol.Donde estaba el soñador empedernido, casi en lo más alto del cerro, apenas si se sentían los extremecimientos de abajo. Erraba él a lo largo del Camino de Cintura e iba pensando en idilios, con toda la augusta desfachatez de un poeta que fuera millonario.Había allí aire fresco para sus pulmones, casas sobre cumbres, como nidos al viento, donde bien podía darse el gusto de colocar parejas enamoradas, y tenía además, el inmenso espacio azul, del cual, -él lo sabía perfectamente, los que hacen los salmos y los himnos pueden disponer como les vengan en antojo.

  • av Rubén Darío
    230,-

    Roma, bajo el imperio de Tiberio César. Apacible la noche y el cielo enorgullecido de constelaciones. Cerca del foro de Apio y de las Tres Tabernas, una callejuela serpentina, rama de la vía principal, conducía a un barrio poco frecuentado, como no fuese por marinos y comerciantes al por menor que hacían su viaje de Brindis, Capua y lugarejos intermedios. Las casas, o más bien barracas enclenques, amontonadas, y las tortuosas sendas que las dividían, no parecían por cierto halagüeñas y atrayentes en aquel pequeño rincón de tristeza y de silencio, que no era turbado sino por una que otra riña de la tienda de algún vendedor de vino, o en el miserable habitáculo de alguna prostituta de la plebe.Aquella noche clara y constelada y por aquella callejuela, a intervalos, misteriosamente, uno después de otro, pasaban unos cuantos hombres y mujeres. Todos penetraban por la estrecha puerta de una casa formada de piedras y tablas entre los cimientos de una mansión derruida. A pasos cansados, una anciana llegó por último, apoyada en el brazo de un hombre. Ambos, antes de entrar se volvieron a mirar por largo rato hacia el fondo de la callejuela.¿Lucila fue en busca de su hermano ¿dijo el joven¿. Nereo ha partido a Ostia desde hace tres días. Lucila ha ido a encontrarle a la entrada de la ciudad.¿¿No habrá llegado antes que nosotros?Penetraron. Todavía se vio asomar la cara de la anciana, inquieta, tanteando en la sombra, la diestra en forma de visera, queriendo taladrar la lejanía nocturna con sus pupilas, tan cansadas como sus piernas.En lo interior de la casa he aquí lo que se veía, a la luz de tres lámparas de arcilla.

  • av Rubén Darío
    372,-

    Me encuentro trayendo a mi memoria reminiscencias de Childe Harold. Siento que estoy en casa propia; voy a España en una nave latina; a mi lado el sí suena. Sopla un aire grato que trae todavía el aliento de la Pampa, algo que sobre las olas conduce aún efluvios de esa grande y amada tierra argentina. Y mientras esta vida de a bordo que ha de prolongarse por largos días comienza, siento que vuelan sobre la arboladura del piróscafo enjambres de buenos augurios. De nuevo en marcha, y hacia el país maternal que el alma americana ¿americanoespañoläha de saludar siempre con respeto, ha de querer con cariño hondo. Porque si ya no es la antigua poderosa, la dominadora imperial, amarla el doble; y si está herida, tender a ella mucho más. Los hombres cambian; hay estaciones para los pueblos, el espíritu vital de la raza puede enfriarse en nivoso; pero ¿floreal y fructidor no anuncian que la vida primaveral y copiosa ha de llegar, aun cuando en el campo se miren hoy las ramas sin hojas y la tierra cubierta del sudario? Así pienso en tanto se inicia a bordo una existencia de monotonía que conocéis bien los que habéis cruzado el Océano. No os haré la clasificación de Sterne; pero, para un hombre de arte, en todo viaje hay algo de «sentimental». Las instantáneas se toman también al paso de los minutos, ya que hay un pequeño mundo humano en movimiento, en todo lugar en donde se reunen dos personas.

  • av Pablo Neruda, Federico García Lorca & Rubén Darío
    198,-

  • av Rubén Darío
    250 - 411,-

  • av Rubén Darío
    188 - 371,-

  • av Rubén Darío
    277 - 425,-

  • av Rubén Darío, Leopoldo Alas & Jacinto Octavio Picon
    215 - 385,-

  • av Rubén Darío
    277 - 425,-

  • av Rubén Darío
    250 - 411,-

  • av Rubén Darío
    215 - 385,-

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