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LEONOR: No sé si podrás oír lo que no puedo callar.INÉS: Lo que tú supiste errar, ¿no lo sabré yo sufrir?LEONOR: Perdona el no haberte hablado, Inés, queriéndote bien.INÉS: Ya es favor de aquel desdén pesarte de haber callado.LEONOR: No me podrás dar alcance sin un romance hasta el fin. INÉS: Con achaques de latín,hablan muchos en romance.LEONOR: Las destemplanzas de amor no requieren consonancias.INÉS: Si sabes mis ignorancias, lo más claro es lo mejor.LEONOR: ¿Tengo de decir, Inés, aquello de escucha?INÉS: No, porque si te escucho yo, necio advertimiento es.LEONOR: Vive un caballero indiano enfrente de nuestra casa, en aquellas rejas verdes, cuando está en ellas, doradas. Hombre airoso, limpio y cuerdo, don Juan Hurtado se llama; dijera mejor, pues hurta, don Juan Ladrón, sin Guevara.
GUILLERMO: ¿Que en esa acera pusiste tu aparato y tienda, Pierres? Guarda que el lance no yerres que en la de enfrente tuviste. No te fue mal otros años con el puesto que te di. PIERRES: Antes, por ganar, perdí; hay un provecho y mil daños. GUILLERMO: Pues la luz, ¿no es de importancia? PIERRES: Sí, pero tiene aquel lado descubierto y me han robado la mitad de la ganancia.GUILLERMO: ¡Qué bien nos dio de comer el amigo! PIERRES: ¡Largo cuenta! A fe que tiene pimienta, pero no para beber. Conocíle yo en Amberes, pobre y de bellaco talle, que vendía por la calle hilo, antojos y alfileres, y agora está rico a costa de nuestras pobres haciendas. GUILLERMO: ¿Descubriremos las tiendas? PIERRES: Ganar quieres por la posta. GUILLERMO: Mal me fue por la mañana.PIERRES: Descubre, que dio la una. GUILLERMO: Espero mejor fortuna si esta tarde no se gana.
Por las cumbres de los montes, derramando blanco aljófar, viene el alba dando nuevas que sale el sol de las ondas. Ya se descubren los campos: montes son los que antes sombras; donde ellas no aparecían ya se ven cavernas hondas. Ya cantan los pajarillos saliendo de entre las hojas; las aguas que susurraban, al parecer ya son sordas. Cuál y cuál estrella queda, vanse escondiendo las otras, y sin luz, aunque están cerca los rayos de quien la toman. A los montes del Poniente las puntas más altas dora quien por los montes frondosos poco a poco alegre asoma. Ya de los húmidos troncos se distinguen las personas; que pastores, mal despiertos, saliendo van de las chozas. Vanse a las hierbas las vacas ya sus cuevas las leonas; agora descansan éstas, aquéllas pasan agora. Dejan los húmidos peces sus cavernas peñascosas; cortan el agua, buscando sustento, abiertas las bocas. Dejan los hombres sus lechos;
FINEA: ¿Así rasgas el papel?BELISA: Cánsame el conde, Finea.FINEA: ¡Qué ingratitud! BELISA: Que lo sea me manda Amor. FINEA: Fuego en él, que pienso que no es tan vario en sus mudanzas el viento. BELISA: Navega mi pensamiento por otro rumbo contrario. Castigó mi voluntad el cielo.FINEA: No sé si diga que justamente castiga, señora, tu libertad. Tanto despreciar amantes, tanto desechar maridos, tanto hacer de los oídos arracadas de diamantes, claro está, que habían de dar [esa] ocasión al Amor para vengar tu rigor. BELISA: Bien se ha sabido vengar. FINEA: ¡Oh qué bien los has vengado con querer agora bien a quien, ni aun sabes a quién, ni él tampoco tu cuidado! Tus desdenes con razón agora diciendo están; "Qué se hizo del rey don Juan? Los infantes de Aragón, ¿qué se hicieron?
Cuando perdiera en Oriente lo que tiene conquistado más mi dicha que mi gente, y ese hermoso rostro viera, me olvidara y suspendiera; que el cielo en vos vengo a ver, y dejáraislo de ser cuando pena en vos hubiera. No es mi poder infinito, ni soy Gran Señor llamado por serlo de un gran distrito, desde el alemán helado hasta el abrasado Egipto; no porque la Natolía, la Tracia, Armenia y Suría, monte Tauro y mar Hircano está sujeto a mi mano, y desde el Arabia a Hungría; no porque el Tigris pasé, y a Mesopotamia vi, y el Tanais ensangrenté, la gran Rodas destruí, la firme Malta apreté; no porque al Danubio frío ha llegado el poder mío, y hasta la indiana Bengala, ni porque a Sijeto iguala la desventura de Sío; no porque conozcas ya cuántos mi persona adoren, que sobre la luna está, ni que mi favor imploren como si fuese el de Alá; no porque provincias varias me den, aunque en ley contrarias, sedas, aves y caballos; no porque tantos vasallos me rindan tributo y parias; no por perlas, plata y oro y palacios de valor llenos de tanto tesoro; sino porque soy señor de esta hermosura que adoro. como dicen los cristianos, en belleza un serafín, con más dones soberanos que hojas tiene este jardín? Si toda la perfección que la parte celestial puede dar por infusión a una criatura mortal tuviera mi discreción, y vos fuérades un hombre, porque mi amor os asombre, procedido humildemente, y tan pobre entre la gente que no tuviérades nombre, y otro, cual vos sois ahora, de sus reinos me quisiera para universal señora, a ese talle me rindiera, que es lo que mi alma adora. ¿Cómo en el baño os ha ido?
ALEJANDRO: ¡Hermosa ciudad Florencia! CARLOS: Después que eres su señor, tiene Florencia valor, y hace a Roma competencia. ALEJANDRO: Como de día no puedo verla por mi autoridad, o porque a la gravedad de mis cosas tengo miedo, de noche con mejor modo veo cosas que ha de ver un príncipe, que ha de ser un Argos que vele en todo, que éstas, por ser tan pequeñas, no llegan a mis oídos. OTAVIO: Con hechos esclarecidos al común gobierno enseñas: República venturosa la que tal entendimiento ha puesto en orden. ALEJANDRO: Mi intento no aspira a historia famosa, sino sólo engrandecer la patria. CARLOS: Gente atraviesa a alguna amorosa empresa: un hombre y una mujer.
FABIO: Téngale Dios en el cielo, que, juzgando por sus obras, mejor padre, muerto, cobras que le perdiste en el suelo; tales fueron sus costumbres, que pienso que, desde aquí, le puedes ver como allí se ven las celestes lumbres.FULGENCIO: En mi vida supe yo dar un pésame, Tancredo.TANCREDO: No me dio cosa más miedo, ni más vergüenza me dio. ¿Cómo diré que, en rigor, de consuelo le aproveche, "¿Vuesa merced le deseche por otro padre mejor?"FULGENCIO: Eso fuera desatino; óyeme e imita luego.TANCREDO: ¿En fin, vas?FULGENCIO: Temblando llego. Como el gran padre divino lo es de todos inmortal, consuelo podéis tener, que os ha de favorecer, Feliciano, en tanto mal; su falta se recupera con poneros en su mano.
LUISAEs cosa lo que ha pasado Para morirse de risa.DOÑA MARÍA¿Tantos papeles, Lüisa, Esos Narcisos te han dado?LUISA ¿Lo que miras dificultas? DOÑA MARÍA ¡Bravo amor, brava fineza!LUISANo sé si te llame alteza Para darte estas consultas.DOÑA MARÍAÁ señoría te inclina, Pues entre otras partes graves, Tengo deudo, como sabes, Con el duque de Medina.LUISAEs título la belleza Tan alto, que te podría Llamar muy bien señoría, Y aspirar, Señora, á alteza.DOÑA MARÍA¡Lindamente me conoces! Dasme por la vanidad.LUISANo es lisonja la verdad, Ni las digo, así te goces. No hay en Ronda ni en Sevilla Dama como tú.DOÑA MARÍAYo creo, Lüisa, tu buen deseo.
Salen Leonido y Tizón.TIZÓN Yo no sigo tu vïaje. LEONIDO La puerta me has de guardar; y la tengo de gozar por afrentar mi linaje. TIZÓN ¡Considera que es tu hermana! LEONIDO Acaba, llama, Tizón; porque esa misma razón hace su infamia más llana: Eso me da mayor brío para poderla gozar. ¿No gozó Amón a Thamar, siendo hermanos? TIZÓN Desvarío el tuyo es. ¿No sabes, pues, cuán bien lo, pagó? LEONIDO Es así. ¡Que lo pague Dios por mí, y pídamelo después! Dios ha de ser mi fiador, porque si en verdad me fundo, ni le ha habido, ni en el mundo no, le puede haber mejor; y si es la paga en dinero, ninguno más rico hallo. TIZÓN Sin freno está este caballo: él dará en despeñadero. LEONIDO ¿No llamas? TIZÓN No, que esperaba por ver si el divertimiento te mudaba el pensamiento.
ALBERTO: Casaráse la Duquesa, Leonido, como es razón, que pese o no pese a Otón.LEONIDO: Todos dicen que le pesa, y está a impedirlo dispuesto.ALBERTO: ¿De qué le puede pesar a un hombre particular desinteresado en esto?LEONIDO: El se debe de entender.ALBERTO: Pues entenderáse mal; porque si ha de ser su igual, el rey de Frisia ha de ser. Esto conviene a su Estado y a nosotros un señor de real sangre y valor, y tan gallardo soldado, que no ha de salir Otón con desatinos tan grandes, si Alemania, Francia y Flandes ayudan su pretensión.LEONIDO: No pienso yo que camina por darla a otro rey, pues creo que a diferente deseo los pensamientos inclina. Y es tan feo y desigual, que a decirle no me atrevo.ALBERTO: La ambición, Leonido, es cebo dulce, engañoso y mortal. ¿Qué quiere en Cleves Otón?LEONIDO: Ser duque.ALBERTO: Ni aun lo imagines.
PEDRO GERMÁN ¡Dios sin principio y sin fin, cuyos soberanos pies pisa el mayor serafín! ¡Dios uno y Personas tres, que entender quiso Agustín, y en el ejemplo del mar, que el niño encerrar quería en tan pequeño lugar, vio que ninguno podía tan gran piélago aplacar! ¡Dios, de quien sólo creer es más justa reverencia que no intentaros ver, cuál impulso, qué violencia aquí me pudo traer! Señor, en mi celda estuve: ¿cómo me traéis aquí? Mas... ¿qué prometida nube de oro y sol se acerca así que sobre mis hombros sube? Como si en una linterna su cuerpo el sol se encerrara, le alumbra la luz interna y la superficie clara, bañada en su lumbre eterna; juntos caminan los dos al monte de vuestro cielo. ¿Qué es esto, divino Dios? O es que Vos bajáis al suelo o sube algún santo a Vos. (Suspéndese el monje, y con música sube por una canal una figura de papa, con capa y tiara.)
CÉFALO Señora, fálteme Dios si hallo cosa en esta ausencia que pueda hacer resistencia al mal de faltarme vos. Y es para el alma tan fuerte, que su consideración no tiene comparación con el rigor de la muerte. Crece la tristeza mía con tanta violencia, amor, que en el temor y el dolor mil veces muero en un día. Yo llevo, en fin, de los dos mayor soledad agora, que no estáis sola, señora, acompañada de vos; que para comparación de que en dolor me igualáis, pues que vos con vos estáis, mayores mis males son. Dad ventaja a mi memoria de las penas que sentís, porque donde vos vivís, ¿qué puede haber sino, gloria? Cesar la eterna armonía de las esferas del cielo, alma del sol, que en el suelo cuanto vive engendra y cría: Hacer eterna amistad los elementos, parece decir que haceros merece mi presencia soledad.
BELISA: ¿De esto gustas?LISARDA: De esto gusto. BELISA: ¡Qué notable inclinación! OTÓN: Casadas pienso que son. FINARDO: No te resulte disgusto; que en el hábito parecen gente noble y principal. OTÓN: Talle y habla es celestial. Juntos matan y enloquecen. Mas si el ánimo faltara, ¿qué ocasión no se perdiera? LISARDA: Si bien no me pareciera, ninguna joya tomara; que lo mayor para mí es el buen talle del hombre. BELISA: Por mi fe que es gentilhombre.
Mirando un día el retrato de vuestro hermano Carlos Félix, que, de edad de cuatro años, está en mi estudio, me preguntastes qué significaba una celada que, puesta sobre un libro en un mesa, tenía por alma del cuerpo esta empresa: Fata sciunt; y no os respondí entonces porque me pareció que no érades capaz de la respuesta. Ya que tenéis edad, y comenzáis a entender los principios de la lengua latina, sabed que tienen los hombres para vivir en el mundo, cuando no pueden heredar a sus padres, más que un limitado descanso, dos inclinaciones: una a las armas, y otra a las letras, que son las que aquella celada y libro significan con la letra, que en aquellos tiernos años dice que el cielo sabe cuál de aquellas dos inclinaciones tuviera Carlos si no le hubiera, como salteador, la muerte arrebatado a mis brazos y robado a mis ojos, puesto que a mejor vida, dolorosamente, por las partes que concurrían en él de hermosura y entendimiento con esperanzas de que había que mejorar mi memoria sobreviviendo a mis años, por la razón de, curso de la naturaleza, orden sujeta a los accidentes de la vida. Vos quedastes en su lugar, no sé con cuál genio, cuya definición os darán Pausanias y Plutarco cuando sepáis entenderlos; el uno en los Acaicos, y el otro en la Vida de Bruto. Ni aun conozco la calidad de vuestro ingenio; que San Agustín tuvo por felicísimo al que nació con él, como en el libro cuarto de la Ciudad de Dios lo siente el Santo; y fue opinión de Cicerón y de Aristóteles la ventaja que hace al arte la naturaleza, a quien afrenta Plinio pensando que la cultura de las artes se debe a la avaricia; bien que casi siempre es verdad cuando no las estudia el gran señor y príncipe, y aun entonces puede ser vanidad, y no virtud, como se ha visto en muchos
De flores de mil colores; Aves que cantáis amores, Fieras que andáis sin gobierno, ¿Habéis visto amor más tierno En aves, fieras y flores? Mas como no podéis ver Otra cosa, en cuanto mira El sol, más bella que Elvira, Ni otra cosa puede haber; Porque, habiendo de nacer De su hermosura, en rigor, Mi amor, que de su favor Tan alta gloria procura, No habiendo más hermosura, No puede haber más amor. ¡Ojalá, dulce señora, Que tu hermosura pudiera Crecer, porque en mí creciera El amor que tengo agora! Pero, hermosa labradora, Si en ti no puede crecer La hermosura, ni el querer En mí, cuanto eres hermosa Te quiero, porque no hay cosa Que más pueda encarecer. Ayer, las blancas arenas Deste arroyuelo volviste Perlas, cuando en él pusiste Tus pies, tus dos azucenas; Y porque verlos apenas Pude, porque nunca pára, Le dije al sol de tu cara, Con que tanta luz le das, Que mirase el agua más Porque se viese más clara. Lavaste, Elvira, unos paños, Que nunca blancos volvías, Que las manos que ponías Causaban estos engaños; Yo, detrás destos castaños, Te miraba con temor, Y vi que amor, por favor, Te daba a lavar su venda: El cielo el mundo defienda, Que anda sin venda el amor. ¡Ay, Dios! ¡Cuándo será el día, Que me tengo de morir, Que te pueda yo decir: ¡Elvira, toda eres mía! ¡Qué regalos te diría! Porque yo no soy tan necio Que no te tuviese en precio, Siempre con más afición; Que en tan rica posesión No puede caber desprecio.
En El Loco por fuerza, comedia probablemente escrita por Lope de Vega entre 1597 y 1608, que transcurre entre Zaragoza y sus montañas, se contemplan las conflictivas relaciones de dos grupos de personajes: castellanos y aragoneses. Este artículo analiza, en el contexto de las revueltas aragonesas de 1591, la representación de Aragón que ofrece el dramaturgo. Para ello, tras abordar los distintos espacios constituyentes de la comedia, se examina más detenidamente uno de ellos, el hospital de locos, y se valora la posibilidad de que el internamiento forzado del galán sea un trasunto de las prisiones del ex secretario de Felipe II, Antonio Pérez. Finalmente, se proponen algunas hipótesis de lectura conjunta de esta comedia y de otra de Lope de Vega, Los locos de Valencia, con la que presenta llamativas similitudes en lo que atañe a los manicomios, el asunto de Antonio Pérez y las Relaciones que éste escribió.
RICARDO: ¡Linda burla! FEBO: ¡Por extremo! Pero, ¿ quién imaginara que era el duque de Ferrara? DUQUE: Que no me conozcan temo. RICARDO: Debajo de ser disfraz, hay licencia para todo; que aun el cielo en algún modo es de disfraces capaz. ¿Qué piensas tú que es el velo con que la noche le tapa? Una guarnecida capa con que se disfraza el cielo. Y para dar luz alguna, las estrellas que dilata son pasamanos de plata, y una encomienda la luna. DUQUE: ¿Ya comienzas desatinos? FEBO: No lo ha pensado poeta de estos de la nueva seta, que se imaginan divinos. RICARDO: Si a sus licencias apelo, no me darás culpa alguna; que yo sé quien a la luna llamó requesón del cielo. DUQUE: Pues no te parezca error; que la poesía ha llegado a tan miserable estado, que es ya como jugador de aquellos transformadores, muchas manos, ciencia poca, que echan cintas por la boca, de diferentes colores. Pero dejando a otro fin esta materia cansada, no es mala aquella casada. RICARDO: ¿Cómo mala? ¡Un serafín! Pero tiene un bravo azar, que es imposible sufrillo. DUQUE: ¿Cómo? RICARDO: Un cierto maridillo que toma y no da lugar. FEBO: Guarda la cara. DUQUE: Ése ha sido siempre el más crüel linaje de gente de este paraje. FEBO: El que la gala, el vestido y el oro deja traer tenga, pues él no lo ha dado, lástima al que lo ha comprado; pues si muere su mujer, ha de gozar la mitad como bienes gananciales.
BELISA: Baja los ojos al suelo, porque sólo has de mirar la tierra que has de pisar. FENISA: ¡Qué! ¿No he de mirar al cielo? BELISA: No repliques bachillera. FENISA: Pues ¿no quieres que me asombre? Crïó Dios derecho al hombre porque el cielo ver pudiera; y de su poder sagrado fue advertencia singular, para que viese el lugar para donde fue crïado. Los animales, que el cielo para la tierra crïó, miren el suelo; mas yo ¿por qué he de mirar al suelo? BELISA: Mirar al cielo podrás con sólo el entendimiento; que un honesto pensamiento mira la tierra no más. La vergüenza en la doncella es un tesoro divino. Con ella a mil bienes vino, y a dos mil males sin ella. Cuando quieras contemplar en el cielo, en tu aposento con mucho recogimiento, tendrás, Fenisa, lugar. Desde allí contemplarás de su grandeza el proceso.
GER.¿ El amor y la obligación no sólo me mandan, pero porfiadamente me fuerzan, amiga Teodora, a que os diga mi sentimiento.TEO.¿ ¿En qué materia, Gerarda?GER.¿ De Dorotea, vuestra hija.TEO.¿ No es tanto que ella yerre como que vos lo advirtáis.GER.¿ Como eso puede nuestra amistad antigua y el amor que la tengo.TEO.¿ Bien se conoce del afecto con que desde el principio de nuestra plática me la habéis encarecido.GER.¿ La mayor desdicha de los hijos es tener padres olvidados de su obligación, o por el grande amor que los tienen, o por el poco cuidado con que los crían.TEO.¿ ¿Puédese negar a la naturaleza el amor de la sangre, ni el de la crianza a sus gracias, desde la lengua balbuciente hasta el discurso de la razón?GER.¿ Puede, cuando el castigo importa.TEO.¿ En la parte de la naturaleza, sería quebrar un hombre su espejo porque le retrata, pues el inocente cristal lo que le dan eso vuelve; y en la de la crianza, lo que sucede a los animales y aves, que se crían todo el año para matarlos un día.GER.¿ Si el hijo retrata al padre en las costumbres, perdónele porque le parece. Si no, bien puede quebrar el espejo, pues que no le retrata; que cuando vos érades moza, lo mismo hacíades con el cristal que no os hacía buena cara.TEO.¿ Eso de cuando érades moza, pudiérades haber excusado, que ahora también lo soy.
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